top of page

Con el fin de la Guerra civil española, se inicia un exilio de hombres y mujeres hacia distintos lugares del mundo que resultará definitivo para la identidad de los españoles del siglo XX. México fue un país que acogió generosamente a infinidad de personas que vivirían en este país bajo el signo del concepto acuñado por José Gaos, filósofo que llegó a este país en 1938, de «transterrados»; una fórmula de aproximación entre las culturas española y mexicana que rehace el término del «exilio». Dice Gaos que «desterrado» es el que tiene que dejar su patria y pasa a lugar que le es ajeno. En cambio, «transterrado» es quien, teniendo que salir de su tierra, se establece en otra que le es afín y en la que llega a sentirse «empatriado».

 

Probablemente, muchos de los españoles que recalaron en el cine mexicano sintieron esa proximidad en una industria de cine que les daba la bienvenida a un foro donde se hacían un sinfín de películas. Para el cine mexicano, la década de los años cuarenta fue un periodo de bonanza. Ese sueño logró la materialización de una industria cinematográfica que, no solo logró conectar con su público natural, sino que fundó un imaginario asociado a la cultura mexicana y su expresión en español, que forma parte de la cultura popular de toda América latina y de España también. Esta industria basada en géneros –que dialogaban expresamente con el cine clásico de Hollywood pero que aportaban todos los elementos estructurales de la cultura hispana- alumbró un espacio donde acudieron profesionales de toda América. Allí también encajaron buena parte de los mejores técnicos y artistas españoles que llegaron a México huyendo de la guerra y de sus efectos. La lista sería, probablemente muy extensa pero nombres como los de los directores Luis Buñuel, Miguel Morayta, Carlos Velo; guionistas como Paulino Masip, Jaime Salvador, Max Aub, Julio Alejandro; músicos como Antonio Díaz Conde, Gustavo Pittaluga, Rodolfo Halffter; el diseñador gráfico Josep Renau, el escenógrafo Manuel Fontanals, etc., alumbran un sentido significado al cine de este periodo con la aportación de sus propios trabajos y obras.

 

De la mano de una importante nómina de actores españoles, que siempre están presentes en los papeles secundarios y cuya tonada es muchas veces reconocible en estas películas, buena parte de estos técnicos lograron participar en muchas películas inolvidables en las que es posible reconocer un espacio de expresión donde aparecen elementos que parecen negociados entre la cultura mexicana y la española. Una de estas líneas será la esfera de las adaptaciones literarias de autores españoles, vistas desde el imaginario mexicano. Y otra, las películas de encuentro entre las culturas populares de ambos países que fructifiquen la potencia de los estereotipos; un género que sigue vivo hoy en día.

 

La generación siguiente a este grupo, hijos de los transterrados, también consignaron su experiencia del exilio e imprimieron su sello en el cine mexicano, que ya experimentaba el mismo tránsito que todas las cinematografías nacionales que vieron el paso desde un cine basado en un modelo que ahora conocemos como «clásico» al de los nuevos cines, alumbrados por la primera generación de una cinefilia consciente. En este apartado, tres son los cineastas que se pueden reseñar: Luis Alcoriza, director señero, gran amigo y discípulo de Buñuel, que comienza su carrera como actor para pasar a realizar una muy personal obra, donde destaca su trilogía de los sesenta Tlacuyan, Tiburoneros y Tarahumara. En segundo lugar, estarían la pareja formada por María Luisa Elío y Jomi García Ascot. Ella escribirá el argumento que será un homenaje y un relato de primera persona de la nostalgia que provee una identidad transterrada, que se materializará en la película En el balcón vacío, dirigida por él, también hijo de exiliados.

 

Este ciclo que presenta el Instituto Cervantes, en colaboración con el Centro de Estudios Mexicanos de la UNAM-España,  procede de un programa y una muestra previa organizada por la Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que realizó una más que razonable cartografía por este cine. En esta ocasión se han seleccionado cinco obras que pretenden dar un cuadro representativo y singularizado a través de cinco sesiones.

Marina Díaz López 

bottom of page